Por Vidal Naveas Droguett
Según algunas personas y la prensa chilena, este año 2017 – probablemente sea una de las floraciones más intensas – que el desierto de Atacama haya manifestado en los últimos años.
Esto ha llevado a algunos operadores turísticos, a encargados de parques o estudiosos del fenómeno, prepararse para recibir a los miles de turistas curiosos y/o pasajeros en tránsito que vienen con un solo objetivo: admirar la floración del desierto; conseguir la mejor foto, el mejor paisaje; o el mejor lugar para admirar la belleza de ver: como las candentes arenas de los llanos y cerros, se convierten en plácidas alfombras de colores por un par de meses.
Ninguna duda existe de la exuberancia, de lo bello que resulta sentir el aroma de millones de flores, derramando su perfume natural en Atacama, donde se manifiesta mayormente este acontecimiento.
Muchos han sido los testigos que han estudiado este fenómeno a través de la historia.
Escarbando en libros, me encuentro con una genial descripción que hizo la escritora y poeta calderina, Sofía Sayago Siggielkow en una revista capitalina el año 1976, y que ella tituló El Despoblado y su Extraña Dimensión
, artículo que repite en su libro Crónicas del Desierto, publicado en el año 1997.
Dice doña Sofía:
“Así es el despoblado. Un museo de la naturaleza que, aunque cargado de fósiles, de piedras fascinantes, de sequedad, está por otro lado inmensamente vivo. Tiene guanacos cóndores, pumas, lagartos llamas, insectos, pueblos como islas en la arena, con gentes que lo aman; enormes cantidades de agua en su subsuelo, y a veces
cuando llueve – aunque parezca increíble – millones de semillas que no han muerto florecen milagrosamente; y una pradera de todos colores estalla sobre la arena y se pone a temblar bajo el viento para recordarnos que el desierto constituye la más grande reserva de nuestro país”.
La floración del desierto en tiempos pre-hispánicos y en tiempos de la colonia se mostró desde siempre y con mayor ímpetu en el atravesar de los llanos entre Copiapó y Huasco. De ahí nace el lugar conocido como La Travesía, donde años atrás funcionó una estación ferroviaria con su nombre.
Las primeras especies de flores fueron conocidas en los siglos XVII y XVIII, por los botánicos Hipólito Ruiz López y José Antonio Pavón y Jiménez, durante la Expedición Botánica al Virreinato del Perú.
En el año 1831 el naturalista francés Claudio Gay viajó a conocer el desierto florido, pero aquel año no fue lluvioso, imperaba una sequía por lo que no le fue posible visitarlo y tuvo que conformarse con estudiar algunos cactus.
En el año 1835 el científico británico Charles Darwin hace mención al efecto de las lluvi
as sobre las semillas, las cuales producían una enorme abundancia de vegetación en Copiapó y Huasco. Estando en el Valle de Copiapó en junio de ese año, se entera de como las abundantes lluvias caídas después de dos o tres años de sequía, producen la floración.
En el año 1835, nuevamente Claudio Gay realiza un viaje al norte de Chile encomendado por el gobierno, el que se concreta en septiembre de 1836. Visita La Serena, Mina Arqueros y Yerbas Buenas, donde tiene la oportunidad de apreciar el fenómeno.
Años después, en diciembre de 1841 y enero de 1842 realiza una visita a la Provincia de Atacama.
En noviembre de 1853, Rodulfo Amando Philippi, realiza una expedición científica encom
endada por el gobierno. Las notas quedarán grabadas en su libro Viaje al Desierto de Atacama. Describe asimismo un viaje en tren y el estudio de un cerro que brama en Copiapó.
Un gran número de plantas bajas crecían en estas arenas áridas y alegraban la vista con sus flores doradas, azules y coloradas; una infinidad de coleópteros negros del genero Gyriosomus corrían al lado
del camino, y se alimentaban principalmente de las flores de Malvas. La vegetación no siempre es tan rica, me aseguraron que era con
secuencia de la abundancia de lluvias, que se habían experimentado este año en Copiapó; pues que habían tenido tres aguaceros, uno muy grande y dos menores.
Entre septiembre y octubre de 1887 durante la exploración de Federico Philippi, (hijo de don Rodulfo), llamada Viaje a la Costa de Atacama, comisión ordenada por el gobierno para estudiar la flora de la Provincia de Atacama, realizaron un levantamiento en pleno fenómeno de Desierto Florido.
Nosotros encontramos el desierto transformado a consecuencia de las abundantes lluvias de invierno en un verdadero campo de flores, los arbustos mencionados florecían casi todos.
Durante el viaje de Federico Philippi, se describe en el valle de Carrizal la famosa Garra de León (Leontochir Ovallei Phil). En esta expedición científica se recolectaron cerca de 500 ejemplares de 258 especies, de las cuales 74 de las cuales resultaron ser especies nuevas para la ciencia.
Luego el botánico alemán Karl Friedrich Reiche, amigo personal de otro sabio naturalista, el calderino-copiapino; don Enrique Ernesto Gigoux Vega, visitó a mediados de septiembre de 1900, varios lugares de floración, entre ellos la Quebrada del León en Caldera. Con sus conocimientos realizó una serie de publicaciones sobre ejemplares de plantas de Atacama y que se reflejaría en su trabajo Estudios Críticos de la Flora de Chile.
Lógicamente los atacameños no han titubeado en alardear de lo que sus ojos ven, cuando hay un año lluvioso.
El genial escritor copiapino José Joaquín Vallejo, Jotabeche; a quien yo apunto como el primer operador turístico de Atacama, pues en sus artículos, siempre, tiene palabras de enseñanza geográfica de los lugare
s que visita, y con sus relatos mostrar características y extrañezas de la zona.
Es cosa de leer sus artículos que denotan su aprecio por minas y cerros, probar los mostos caseros; invitación a pasear por La Chimba; su reclamo porque la autoridad no construye una alameda o destacar el puerto de Copiapó (boca del río), donde hay un intercambio cultural diferente de lo conocido. Todo esto en su artículo: Las Salidas a Paseo, publicado en El Copiapino, el 29 de noviembre de 1845.
Dice: “La primavera ha puesto en movimiento a las gentes que han querido ver lo que una generación casi nunca ve en Copiapó, en dos distintas ocasiones: los campos cerros y quebradas tapizados de innumerables flores. Nuestros áridos peñascos, esta naturaleza muerta que si alguna idea inspira, si algo moral expresa, es la
desnudez del desengaño, el despecho de una intendencia (administración) frustrada o de una lección perdida, verla ahora engalanada con todos los colores de las flores, exhalando ricos perfumes, no parece sino la obra de un encanto, la obra de un gobierno cuando se le pone cubrir los sueldos, honores y divisas a un infeliz en dos patas”.
Ignacio Domeyko no es atacameño, no nació físicamente en nuestra región, ni siquiera en Chile, pero sí nació a la fama por causa de la minería, incluso el gobierno le concedió la nacionalidad chilena, por gracia, por su contribución a la educación minera.
Atacama lo acogió como el padre de la minería chilena, su hijo fue rector de la Escuela de Minería de Copiapó, en sus inicios.
Nuestra región le ha dado su apellido a una cadena de cerros: La Cordillera de Domeyko y también a nominado a un pueblo minero que escondido en los suburbios de entre Vallenar y La Serena, orgulloso lleva su nombre.
En el año 1840, específicamente las dos primeras semanas de febrero, el sabio metalurgista visitó nuestra región.
Domeyko, vino a recorrer el desierto para interiorizarse de la minería de nuestra zona,
haciendo además otras observaciones. Estas apreciaciones y estudios las grabó en varios de sus textos, como en el libro: Tratado de Ensayes por la Vía Seca y la Vía Húmeda. Libro netamente técnico y publicado por la Imprenta del Colegio de Minería de La Serena, en el año 1844. Este sería el primer libro producido íntegramente en Chile, (recordemos que las publicaciones de libros de autores chilenos se mandaban a imprimir a Europa).
Las anotaciones y vivencias, situaciones y otros apuntes los anotó en las postrimerías de su vida, entre los años 1885-1888, las que fueron publicadas en el año 1979 en el libro Mis Viajes, Memorias de un Exiliado. Una selección que hicieron los periodistas Alfredo Lastra y Hernán Godoy.
Domeyko estuvo entre Copiapó y Huasco las dos primeras semanas de febrero, cuando el verano estaba en todo su apogeo y no pudo ser testigo de la floración del desierto en su mayor plenitud. Fue testigo del término de esta manifestación de la naturaleza.
Entre sus comentarios escritos dice algo muy llamativo respecto de Copiapó: “No fue muy grata la impresión que me causó el pueblo y sus habitantes. Por primera vez en mi vida, vi lo que significa un país y una sociedad sin agricultura, sin vecinos, sin tradiciones, ni ideas heredadas que vinculasen a personas, cuyo objetivo principal y exclusivo es el de enriquecerse”
“Durante todo el año no molestan aquí, ni el frio ni el calor. Las precipitaciones casi se desconocen; ocurre que durante un par de años no cae ni una gota de lluvia en invierno, pero se me aseguró que, cuando con el favor de Dios el viento norte trae consigo una lluvia de pocas horas, inmediatamente reverdecen los montes, los riachuelos y arroyos se llenan de agua, el río crece…”
“Los lugareños dicen que un día de lluvia vale tanto como el descubrimiento de una gran mina de oro o plata…”
Don Enrique Ernesto Gigoux Vega, Director del Museo de Historia Natural, copiapino-calderino, a quien nombré anteriormente, hizo un trabajo bastante interesante sobre las especies de flora y fauna que se dejan ver tras el fenómeno.
Don Enrique, quien fuera alcalde de Caldera en dos periodos, escribió un opúsculo de 9 p
áginas con bastantes informaciones en el aspecto botánico, ideal para aquellos que hacen turismo por estos días.
El nombre de su trabajo es: La Quebrada del León y de acuerdo con mi conciencia, creo tener la obligación de darlo a conocer.
El informativo fue publicado en la Revista de Historia Natural y leído el 12 de diciembre de 1926.
Después de varios años siguiendo el fenómeno de floración, el botánico chileno Carlos Muñoz Pizarro, publicó su libro “El Desierto Florido” en el año 1965.
Otro de los buenos libros que se ha publicado en Chile, conteniendo buena información sobre la Flora de Atacama es: Flores del Desierto de Chile, de los autores Sebastián Teillier A. – Herman Zepeda F. – Patricia García V. Editado por Conaf – Región de Atacama.
Otro texto es: «La Magia del Desierto Florido», de Roberto Alegría Olivares. Ejemplar único que, amerita estar en la biblioteca de cualquier buen atacameño amante de su tierra. Es un libro que le hará disfrutar las maravillas del desierto florido.