Manifiesto Poético Radical: «Que arda la palabra»

 

publicado por α&Ω Marcelo Ruiz-Tagle Escobar director@eloradorilustrado.cl 

Manifiesto Poético Radical: «Que arda la palabra»

 

1. No venimos a callar a los muertos, venimos a despertar a los vivos.

La memoria no se guarda en los sepulcros, ni en las estatuas de mármol que con el tiempo se erosionan. En cada tumba yace un grito dormido, una llamada olvidada por los siglos. Somos el eco de esos susurros que resuenan, como un tamborileo profundo, llamando a quienes aún respiran a volverse conscientes del peso de los días. Este no es el tiempo para callar; es el tiempo de despertar. Somos las voces que atraviesan la quietud, los que recogemos las palabras caídas y las hacemos presentes. Nos negamos a vivir bajo el yugo del olvido.

 

2. La poesía es un arma, no una urna.

La poesía no es una joya enterrada en el fondo de un cofre para ser admirada por los ojos cansados de quienes buscan consuelo en lo inerte. No se esculpen versos para la contemplación; se lanzan como piedras contra la indiferencia, como flechas al corazón de la injusticia. La palabra poética no es objeto de veneración, sino herramienta de lucha. Nos atrevemos a que nos duela la lengua, que se queme nuestra garganta al pronunciar lo inquebrantable. La poesía es un disparo directo al alma del que calla y observa, sin mover un dedo ante la brutalidad del mundo.

 

3. El olvido es el enemigo.

El olvido es el espacio donde la opresión crece sin resistencia. El olvido se viste de indiferencia, de comodidad, de un mundo que prefiere no recordar, pues recordar nos obliga a actuar. No permitamos que las ideas se apaguen en los mármoles fríos de la historia, ni que las voces que han caído en la batalla sean tragadas por el polvo. En cada rincón olvidado, la historia espera ser reescrita, las luchas que nunca terminaron piden ser retomadas. Mientras el olvido se cierne, la memoria debe ser nuestra espada, cortando las cadenas de quienes buscan silenciarnos.

 

4. Escribamos con fuego.

Que nuestras palabras sean llamas, no cenizas. La palabra no debe ser una brisa suave que acaricia la piel; debe ser un fuego feroz que consume lo falso, que arrasa con lo estancado, que se nutre del aire de la lucha. Debemos escribir sin miedo al calor, sin temer que nuestras letras quemen lo que no pertenece a la verdad. No busquemos la paz en el silencio; busquemos la paz en el rugir de nuestra rebelión poética, en el incendio que nuestras voces provocan al alzar el grito. Que nuestras palabras sean fuego que no se apaga, que arde, que crece y se esparce.

 

5. Radical es aquel que arranca de raíz la mentira.

La mentira se extiende como la maleza, cubriendo la verdad con su manto de conveniencia. No endulcemos la historia, no la embalsamemos en el olvido de las generaciones venideras. No queremos relatos que nieguen la lucha, que acallen el sufrimiento, que oculten los sacrificios. La historia no es un campo donde se siembran ficciones; es un terreno donde florece la verdad, por más dolorosa que sea. Gritamos lo que muchos callan, denunciamos lo que se ha silenciado por años. Porque la verdad, cuando es arrastrada por la mentira, debe ser arrancada de raíz, como un árbol que amenaza con aplastar la vida a su alrededor. Somos los jardineros de la verdad, los que cortamos lo que debe ser arrancado.

 

6. Que Pedro León Gallo Goyenechea no sea solo un nombre en piedra.

Que Pedro León Gallo Goyenechea no sea solo un nombre inscrito en la piedra, no sea solo un rostro congelado en la memoria del tiempo. Que su espíritu no muera, que su lucha no quede atrapada en los siglos. Que su nombre se disuelva en el viento y se haga carne en el acto de la resistencia. Que su memoria atraviese nuestras entrañas y nos empuje a actuar, a no quedarnos indiferentes ante la injusticia que aún nos oprime. Su legado es un grito, no una tumba; un fuego que debe seguir encendido en cada acción que tomamos, en cada palabra que lanzamos.

 

7. Hoy, desde Copiapó, declaramos que la poesía no ha muerto.

No es un susurro olvidado ni un canto melancólico que se desvanece en la levedad del viento. La poesía está viva, porque está en cada garganta que se niega a callar, en cada pluma que se levanta contra el conformismo, en cada idea que lucha por liberarse de los grilletes impuestos por el poder. La poesía no se somete; la poesía grita, exige, resiste. Hoy, en este instante, en Copiapó, levantamos la bandera de la palabra viva. En cada verso que escribimos, en cada pensamiento radical que compartimos, la poesía se despliega como una forma de lucha, como un aliento renovado.

Que arda la palabra.

Comisión de Acción Social
Partido Radical de Chile