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Por Joel Moya Morales
Abogado, Profesor de Estado en historia y geografía, Diplomado en políticas publicas.
Publicado por Marcelo Ruiz Tagle Escobar director@eloradorilustrado.cl
A pesar de los esfuerzo de la clase política de apropiarse del movimiento social de octubre de 2019, tanto para denostarlo por ser contrario a sus intereses de clase ya sean económicos o políticos; como para apropiarse e interpretar sus demanda alineándola con sus interés de poder. Lo cierto es que el movimiento nunca respondió a ningún tipo de interés ya sea político, gremial o económico, sino que se trató de la explosión de un conjuntos de demandas peculiares y de diversos colectivos, que no estaban articuladas ni lideradas, de allí la desesperación de la clase política, que no podía intervenir, ni mucho menos dirigir el movimiento, los “out sider” eran ellos.
Luego de todo este ciclo de 4 años, dirigido, condicionado y obviamente del cual es responsable la clase política, entiéndase los que ejercen el poder político institucionalmente, legisladores, ejecutivo y dirigentes de los partidos políticos), tenemos algunas certezas respecto a las demandas del movimiento social de octubre: No se ha respondido plenamente a las demandas de más justicia y equidad verbigracia, pensiones, salud, redistribución de la riqueza y tampoco se ha respondido a la demanda de tener un sistema político inclusivo y donde los ciudadanos tengan una mayor participación en las decisiones y al mismo tiempo un efectivo control sobre los que detentan el poder.
Entonces se valida la pregunta que titula este articulo ¿Se requiere más democracia representativa como la que hemos conocido hasta ahora?
Que conlleva fenómenos nefastos, como el caudillismo que tiene como consecuencia el clientelismo político, fenómenos especialmente visibles en épocas electorales o bien la cooptación del aparato estatal (en el amplio sentido del concepto), llenando cargos técnicos con personas que no poseen los conocimientos ni la expertis necesaria y que con su acción no solo provocan un daño a todos los ciudadanos, sino que además dan argumento para que los sectores políticos enemigos del estado y sospechosamente amigo del autoritarismo, ganen espacio en la opinión pública.
A esta altura la pregunta que empieza a rondar nuestras mentes es ¿Qué relevancia tiene la participación, que debiera tener el ciudadano común en el sistema político? Estimo, que en esta parte de la reflexión es importante tomar conciencia, como concebimos el sistema político, me parece que tenemos tan internalizada la cultura del “mercado onmicentrico”, que entendemos que más que ciudadanos protagonistas y titulares de la soberanía, nos hemos transformados en mero consumidores de este sistema denominado “sistema político”, donde los productores (clase política), nos elaboran bienes y servicios, para nuestro consumo y que nuestra participación se limita a cumplir cada cierto tiempo con ritos electorales para elegir a estos “representantes”, que luego actuaran libremente (obviamente respetando el mismo marco jurídicos que ellos mismo se han dado). La pregunta de rigor es ¿Se profundiza así la democracia?
¿Dónde queda el control ciudadano efectivo de la actividad política a todo nivel
de decisión?.
Y aquí se da la contradicción vital de la clase política dirigente, y es que a mayor control ciudadano, menor poder de los actores que detentan el poder político y esa contradicción hasta el momento, a pesar de todas las luchas ciudadanas, la gana la elite económica, que como en el caso de Chile dirige sin contrapeso a la elite política, ejemplo hay muchos citare solo uno emblemático el caso Penta donde se coopto a gran parte de la derecha y el caso Soquimich, mas “democrático”, que repartió sus coimas en forma transversal y favoreció a casi todos los partidos políticos del espectro político y los ejemplo saltan a la vista con solo una superficial revisión de las informaciones. Lo anterior explica la natural acción de quienes no están dispuestos a perder el control y el poder y cederlos a los ciudadanos.
Entonces, si queremos democracia de calidad, debemos ampliar los mecanismo de participación directa de los ciudadanos, no meramente consultiva, se trata de establecer de qué manera los ciudadanos efectivamente participan en la elaboración de las soluciones a sus problemas, desde los más domésticos hasta los más complejos, donde lo técnico y la expertis, sean un instrumento al servicio de esta voluntad popular o ciudadana.
Es en este contexto, donde efectivamente las personas al ser protagonistas en el proceso de sus decisiones, las legitiman y se involucran. Por ello, es que se requiere una voluntad de introducir los cambios que permitan una efectiva y resolutiva participación de la ciudadanía en diversos ámbitos.
Si continuamos con esta democracia meramente representativa, donde los “profesionales o expertos de la política” nos prescriben la solución a nuestros problemas y nosotros somos mero consumidores de ellas, no esperemos más calidad de democracia, a los más se acrecentaras la teoría ultra liberal, del que cada uno “se salva solo” y todos sabemos por lógica elemental que solo se salvaran los poderosos y para concluir aquello no hay que ser precisamente un Darwiniano.
Por Joel Moya Morales
Abogado
Profesor de Estado en historia y geografía
Diplomado en políticas publicas.