Divulgación científica y redes sociales: el dilema entre la cantidad por sobre la calidad

 

publicado por α&Ω Marcelo Ruiz-Tagle Escobar director@eloradorilustrado.cl María José Jullian Middleton Encargada de Comunicaciones CATA

 

Umberto Eco sugirió la idea de que los medios no reflejan la realidad de manera objetiva, sino que la construyen y la transmiten a través de sus propios códigos y sistemas. Los medios masivos de comunicación son asumidos como fuentes inexpugnables de información, incluso indicados como los depositarios de un rol consolidador del sentido común. No obstante, esta obsecuencia es una actitud peligrosa frente a las motivaciones que muchos de los grandes conglomerados de medios persiguen, que en numerosos casos están guiados principalmente por fines comerciales y/o políticos. Sumado a la migración de muchos de estos medios tradicionales (televisión, periódicos, radiodifusoras, entre otros) a plataformas digitales, el “clickbait” (referido a las estrategias para ganar clicks en redes sociales) se ha establecido como el paradigma para captar la atención del público. Y si bien la digitalización de los medios ha traído una mayor democratización al acceso de la información, también ha propiciado la proliferación de contenido “más cautivador” no necesariamente veraz.

En consecuencia, ha aumentado la información dolosamente (o no) tergiversada con el fin de atraer con mayor vehemencia la atención del receptor.

La divulgación científica basada en redes sociales ha influenciado el crecimiento de dichos contenidos y ampliado la cobertura de la educación en ciencias como nunca antes. Sin embargo, en algunos casos también ha caído en la malinterpretación, manipulación, e incluso el engaño solo para aumentar la popularidad de los generadores de contenido responsables, incurriendo incluso en la apropiación de propiedad intelectual. Estos casos han sido múltiples y generalmente relacionados con temas atractivos para la audiencia; uno de ellos retrata sus efectos nocivos en el campo de la astronomía. En el año 2020 astrónomos aparentemente detectaban trazas de fosfina (una molécula de origen biológico) utilizando el James Clerk Maxwell Telescope y ALMA en la atmósfera de Venus.

Considerando la popularidad del tema y sus implicaciones en la búsqueda de la vida extraterrestre en ambientes extremos, la noticia fue replicada por algunos divulgadores científicos como prueba fehaciente de vida en otros planetas. No obstante, la carencia en la formación ética y teórica de muchos de los divulgadores detrás de dichos “reposts” no dio cabida para señalar la “letra chica” de dicha noticia: la señal de fosfina era muy débil, susceptible a contaminación por luz solar (debido a la proximidad en el cielo entre Venus y el Sol), y fácilmente confundible con la emisión de dióxido de sulfuro (otra molécula presente en la atmósfera venusiana). Luego de que, habiendo recopilado más evidencia por parte del mundo científico se corroborara la información descartando en gran parte la veracidad de la emisión, el “crimen” se concretó al no dar cuenta de los nuevos resultados por una parte considerable del mundo divulgador, tal vez porque el corroborar impactaría en la popularidad de sus difusores. La moraleja: la divulgación científica no siempre busca diseminar la verdad debido a los incentivos perversos que las redes sociales establecen como medio de comunicación, sumado a una falta en la formación ética y entendimiento en algunos temas.

Así como en la mayoría de los problemas que aquejan a nuestra sociedad, las soluciones a corto plazo en esta materia no brindan muchas respuestas. La manera de mitigar la desinformación reside (creo) en dos grandes aspectos. Por una parte, debemos fortalecer la formación ética de nuestros profesionales; las instituciones académicas cumplen un rol crucial al promover una formación integral humanista complementaria a los temas puramente científicos/matemáticos, incluyendo módulos pedagógicos para aumentar las competencias relativas a la educación. Y aunque la ciudadanía es parte responsable del control de la veracidad informativa, son nuestras expertas(os), como generadores del conocimiento, quienes tienen el deber primero de liderar ética y honestamente la discusión en las respectivas materias. Por otra parte, como profesionales de la ciencia, debemos promover más espacios en la comunidad para combatir la desinformación, ya sea organizando eventos de divulgación científica o trabajando cercanamente con las nuevas generaciones de divulgadores. De esta manera, podremos contrarrestar en parte los problemas relacionados a la mala interpretación de la ciencia, para así proveer a la sociedad con información científica más fidedigna.

Dr. Vicente Villanueva
Investigador Postdoctoral del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines, CATA
Académico del Departamento de Astronomía, Universidad de Concepción
Licenciado en Ciencias, mención Astronomía, Universidad de Chile
Master en Astrofísica, Universidad de Valparaíso
Master in Astronomy, University of Maryland – College Park
PhD in Astronomy, University of Maryland