Amante de la obra de Pablo Neruda a quien admira por sus 20 poemas de amor, sus Versos del Capitán, su libro de preguntas, sus cien sonetos, su poesía de amor y también su poesía filosófica.
Neruda, quien fue cónsul de Chile en Colombo entre los años 1929-1931, disfrutaba de aquellas hermosas y exóticas tierras aledañas a la India. Neruda es su gran inspiración y quien lo acercó a nuestro país, lugar que ha visitado en seis ocasiones.
Amirthanayagam fue amigo de Nicanor Parra, deleitaron ostiones y vinos en su casa de la Reina y le enseñó el manuscrito original de su traducción del Rey Lear. También amigo de Raúl Zurita, quien ha tenido la cortesía de invitarlo a cenar a su hogar para hablar de poesía y compartir sus trabajos.
Amirthanayagam nació en Colombo, Ceylán (hoy Sri Lanka), en 1960. A los ocho años de edad, emigró con su familia a Londres, Inglaterra; cuando tenía 14 años, la familia se desplazó a Honolulu, Hawaii, donde Indran comenzó a escribir. Estudió en la escuela Punahou en Honolulu y jugó en el Honolulu Cricket Club de esa ciudad. Luego estudió Literatura Inglesa en Haveford College, donde también fue capitán del equipo de cricket durante su último año. Amirthanayagam tiene Maestría en Periodismo por la Universidad de Columbia. Ha vivido en varios países de Latinoamérica, Asia, Africa y Europa. Su residencia permanente está cerca de Washington, DC, Estados Unidos. Actualmente es diplomático en el Servicio Exterior de Estados Unidos, con base en Washington, DC.
Hoy nos deleita con sus poemas dedicados a Chile, a su amigo Nicanor y a su mentor espiritual Pablo Neruda.
Carta 2005: Allen, Pablo
Muy lejos del mar
las gaviotas han aterrizado
en las riberas del Mapocho,
pero el silbato del tren
de Temuco rumbo a Santiago
no se oye, Pablo,
y ahí, para tu Bellavista,
en un parque, un domingo
por la mañana,
vi cientos de mujeres
ejercitar sus caderas
a los ritmos de salsa.
No sé cuánto andabas antes
por Isidora Goyenechea,
puedes descansar ahora
en el Starbuck’s, o fumar
una pipa en Hooters,
o el T.G.I. Friday’s.
Pablo ¿estás tú
entre las sandías?
Mas no estamos,
me gritan los poetas
difuntos, no
en California, ni Chile,
aunque no está mal
que las chilenas bailen
con los arreglos caribeños,
siempre hemos abierto
nuestros puertos
a las Américas;
y una vez Allen Ginsberg
vino hasta Chile
para buscar entre
los estantes
de alguna frutería
al hombre con barba larga…
seguro en Bellavista
cuando vivías en La Chascona.
Isla Negra
Al fin del viaje,
cierre del día,
en la Isla Negra
me detuvo una merluza
con hierbas delgadas
cocida a las brasas,
una copa de tinto;
a la entrada,
una sirena enviada
del mar, me trajo
a la mesa y preguntó
por los orígenes
de las cenizas
que llevo en la frente;
debo preguntarle a ella
y al bartender
¿Por qué las nuevas
generaciones no leen
poesía aunque esté
tallada en sus caras
de mascarones de proa,
en sus piernas tan largas
como los deseos infinitos
del viajero que llega
a su destino para descubrir,
uno tras otro,
en el ir y venir
de las mareas?
¿Qué me ha traído
a esta Isla Negra?.
Osos (Valparaíso)
El oso despierta
cuando su olfato toca
el recuerdo; más allá
de las cordilleras
en el brumoso puerto,
entre los callejones
y las tabernas
de los pescadores,
te huelo, me hueles,
el pelo de este pecho
tiembla en tu aliento,
los pescadores siguen
bebiendo sus tragos
y su silencio; desde
el hotel de la esquina
se oyen los gruñidos
de los osos que se fueron
de repente de la taberna y pagaron
su alquiler para desahogarse
como buenos porteños.
Oda a la Mangosta
En Abidjan
un hombre
me trajo
una mangosta
a casa.
Quise
comprar
el roedor,
guardarlo
como mascota.
Mi esposa
me negó,
le negó
a la mangosta.
Ahora
me quedo
sin esposa
y sin
mangosta.
Un fracaso, una mariposa
Cuando Nicanor me invitó
a cenar ostiones y tomar
cabernet en su casa de madera
en La Reina conversamos
en aquel 1995 de su visita
a Nueva Delhi y de su apego
a la idea hinduista
de dejar los lazos: familia,
bienes, sexo y caminar,
un mendigo, por las calles
antes de llegar al bosque
para esperar el aleteo
de la mariposa, su luz
enceguecedora. Diez
años después, otra visita
con el poeta, esta vez
en Las Cruces,
ante el océano,
y me pidió que leyera
a Antonin Artaud sobre
lo absurdo
en la vida moderna.
Otra vez nos acordamos
de la mariposa. Cuatro
años más tarde, me dijo
que le acompañara a su estudio
en el jardín al lado de la casa,
mi único camino ahora,
y viendo un poemario mío
en su estante me comentó
que le encantó el título
“El infierno de los pájaros”.
Llega ahora la noticia
de que le han otorgado
el Premio Cervantes.
A sus noventa y siete años
pienso si va a romper
con su camino de
costumbre y tomar
el avión a Madrid.
Artaud debe tener
la respuesta, o
el mendigo hindú,
o nadie. Me dibujó
un regalo aquella
primera vez.
Dice el lema: Cada uno
fracasa a su manera.
Matar a Don Pablo
¿Por que escoges la muerte?
No lo sé.
¿Y corres hasta que
tus piernas no aguantan más?
¿Y vistes de traje azul
y llevas un libro de poemas
que hojeas en el sótano
de la oficina,escondido
como un ladrón, o en el autobús
mientras rezas? ¿Por que rezas?
¿Y por que no te has quitado
la mancha encima de tu ojo
que resultó del golpe
de una trabe en el muelle de Campeche?
¿Importa que estuviste en
Campeche, al lado del Golfo,
y el olor a peces y sal,
que caminabas en el muelle
inconsciente, recitando
poemas a un camaronero
en el momento del accidente?
¡Qué preguntas haces! Si
hubieras vivido en Ceilán
en los años 20 ¿habrías conocido
a Neruda con su mangosta
y su sirviente y los feroces gritos
de Josie Bliss cercando la casa
al lado del mar que sangraba?
¿Debemos nuestros versos
a los juegos florales que celebraba
los griegos, al festín eterno
que vivimos los recién casados?
¿Por qué escoges la muerte?
No lo sé….cenizas, aire, ausencia
que alimentan sueños
de una isla que se olvida hasta
ser restaurada en poemas.
¿Importa que siga los pasos
del poeta por México,
en la ribera chilena de Isla Negra?
¿Que un amigo me aconseje
borrar a Pablo de mis versos,
que los envenene con una tonta
nostalgia? ¿Quién eres tú:
hombre, réplica, poeta
de la nueva generación de Edipo?.
Lectura de Las Confesiones
En las confesiones
desmenuzadas
cada vocablo es destello;
sacas el capítulo del lomo
–los años en el oriente—
y ahorras para la carrera
hacia el fin
y digieres a la vez
budas crudos,
la mangosta y
su sirviente, la rubia
encontrada en un barco,
vives tus fantasías
infantiles, el calor
pútrido de los trópicos,
y adentro del Caballo Verde,
los años con Federico,
repasas ese invencible
y joven amor que disfrutaste
entre las playas y cocoteros
de la isla ya condenada.
Todo es Ceilán para ti,
punto de partida
y de regreso
de tus lecturas
y de los puentes
que construyes
entre la Guerra Civil
y los poetas
Republicanos
–el homenaje
a Cataluña–es decir,
todo es España,
y en este momento,
como profetizó Neruda,
un infeliz subteniente
(vestido de civil)
cuece su rebelión
en otra España
del corazón.
A la vida
Cedo mi lugar. No necesito hablar.
Ya está mi testimonio. Lo he escrito
a lo largo de cuarenta años. Descanso.
Te escucho. Tus penas, tus alegrías,
tus desafíos. Me apunto. Llevaré
tu féretro en mis hombros.
Ya he enterrado lo mio.
Lo hice solo–nadie se dio cuenta–
en la hora menos vista por los medios,
después de la medianoche, en casa,
en un suburbio de aquellos tantos
y parecidos que no se pueden
recordar detalles individuales.
Pero he vuelto, un ave fénix,
un resucitado. Y te escucho,
más bien te escribo, pasada
la medianoche, en silencio,
con ninguna intención de enviar
el resultado a los medios,
o más bien a tu cuenta llena
ya con tantos poemas y cartas,
todos para archivar dadas
las circunstancias y el consejo
de que no debo escribirte más.
Y si, llegué tarde a la fiesta amorosa
pero la disfruté más que nunca,
y ahora en el mundo todavía
de la pandemia me despido.
Que estés bien. Gracias por la vida.
A los nietos
No le digas a quién te lo dió,
dice mi amigo al otro lado
de la pantalla, él que vive
en una ciudad que descansa
entre las piernas de montañas
sudamericanas, no tan lejos
de estados unidos ni del
Cono Sur. Nunca sabemos
como los lectores llegan
a nuestras obras concebidas
con la luz del laptop y
de un té de hierbas,
ya no con cigarillo o scotch;
hemos adoptado los métodos
de Don Nicanor, un buen vino
y una fina mezcla de verduras,
frutas y frijoles…y el pescado
de aquella costa famosa ya
por más que un poeta,
de Isla Negra hasta las Cruces
dónde su cuerpo será enterrado
al lado de su casa como lo quería—
en “su Santo Sepulcro,” entre Neruda
y Huidobro–como dice su nieto,
“ahora se completan las cruces.”