publicado por α&Ω Marcelo Ruiz-Tagle Escobar director@eloradorilustrado.cl
En pleno siglo XXI, cuando la ciencia médica ha conquistado desafíos impensables, Chile enfrenta el inquietante aumento de una enfermedad que muchos creían erradicada: la tuberculosis (TBC). ¿Cómo es posible que una patología asociada al siglo XIX vuelva a instalarse en nuestras calles, hospitales y comunidades? La respuesta es clara, aunque incómoda: La pobreza.
Los últimos datos del Ministerio de Salud muestran un alza sostenida de los casos de TBC en el país, presentando más de 2.500 casos cada año, particularmente en sectores de mayor vulnerabilidad social. Y es que ésta enfermedad no se disemina solo por el aire: viaja en la desnutrición, en el hacinamiento, en la falta de acceso a una salud digna, en la precariedad. No es coincidencia, que las comunas con mayores índices de pobreza sean también las que concentran más casos de tuberculosis.
Los determinantes sociales de la salud; es decir, aquellos factores económicos, ambientales, culturales y políticos que influyen en la vida de las personas, tienen un papel clave en la aparición, propagación y control de la enfermedad. Por ejemplo, los bajos ingresos, el hacinamiento en viviendas mal ventiladas facilita su propagación; la existencia de barreras económicas, geográficas o administrativas podrían retardar el diagnóstico y tratamiento oportuno; La malnutrición debilita el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de desarrollar la enfermedad, entre otros factores. A su vez, las personas con TBC pueden ser objeto de discriminación, lo que lleva a retrasos en la búsqueda de atención médica o abandono del tratamiento.
Combatir la tuberculosis es también combatir la pobreza, mejorar la vivienda, garantizar el acceso a la salud preventiva y fortalecer una red de apoyo comunitario que hoy simplemente no alcanza y que hacen frente hospitales y los Cesfam en el país, en conjunto con sus equipos multidisciplinarios (Médico, enferma/o, TENS, Trabajador Social, entre otros). Es necesario que la población acceda a realizar el examen de detección baciloscopia, al inicio de los primeros síntomas (tos por más de tres semanas) que muchas veces pasa desapercibido y que los equipos médicos que realizan el tratamiento cuenten con la implementación necesaria para resguardar sus propios contagios, sobre todo cuando se realizan visitas domiciliarias integrales.
No basta con campañas aisladas. Se necesita voluntad política para enfrentar esta realidad con la seriedad que merece. Porque cuando una enfermedad antigua vuelve a brotar, el problema no está solo en los pulmones de quienes la padecen, sino en el corazón de una sociedad que ha olvidado a sus más vulnerables. Abordar la tuberculosis de manera efectiva requiere ir más allá del enfoque biomédico, sino más bien abordarlo desde lo biopsicosocial en el alcance de salud familiar. Se necesita una estrategia integral que incluya políticas sociales que garanticen vivienda, trabajo digno, alimentación y acceso equitativo a la salud. Solo enfrentando los determinantes sociales, Chile y otros países podrán controlar de forma sostenible esta enfermedad.