FEMINISMO POPULAR PARA TRANSFORMAR

Escrito por Feministas Partido Popular, publicado por α&Ω Marcelo Ruiz-Tagle Escobar director@eloradorilustrado.cl 

FEMINISMO POPULAR PARA TRANSFORMAR

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, nos encuentra en un contexto internacional donde las fuerzas reaccionarias avanzan con discursos y políticas que atentan contra los derechos de las mujeres. En América Latina y el mundo, el auge de gobiernos de extrema derecha, como el de Javier Milei en Argentina, las políticas ultraconservadoras de Donald Trump en Estados Unidos y el avance de estas fuerzas en Europa, siendo primera fuerza en Francia, Italia, Austria, Hungría y Bélgica, así como también el genocidio en Palestina, la persecución permanente a las defensoras de la tierra y el medioambiente, y el avance de una agenda anti-derechos exigen respuestas organizadas desde el feminismo. Ante esto, nos preguntamos: ¿Cómo nos posicionamos? ¿Hacia dónde construimos estrategias feministas?

El modelo neoliberal está en crisis y, sin escrúpulos, se aferra a proyectos fascistas para consolidar su objetivo político y económico: la extrema concentración de la riqueza. Profundiza las desigualdades mediante el empobrecimiento social y económico de la mayoría de la población, restringiendo los derechos de las y los trabajadores, con una violencia aún más agresiva hacia mujeres y diversidades.

Nosotras lo sabemos: históricamente, las mujeres sufrimos directamente tanto los embates del avance conservador como los costos de la explotación. Hoy, frente a la reacción conservadora, enfrentamos ataques que buscan hacer retroceder los avances sociales, jurídicos, políticos y culturales que han permitido frenar diversas formas de violencia, como la despenalización del aborto legal y la negación de los derechos laborales de las mujeres, quienes en su mayoría se encuentran en condiciones de precarización. Asimismo, de manera sistemática, instalan el racismo y la xenofobia como herramientas de confrontación entre los sectores más precarizados de la población, promoviendo la división y el miedo para sostener un sistema basado en la desigualdad.

En Chile, el crecimiento de la ultraderecha se ha manifestado tanto en el terreno electoral (elecciones presidenciales del 2021, plebiscito de salida del 2022, elecciones de consejeros constitucionales del 2023) como también en el retroceso cultural de nuestra sociedad, que no se da al azar, sino en virtud de la incapacidad política de la gestión actual de defender valores democráticos y urgencias sociales, alejándose de su propio programa apenas progresista. Aún peor, sus propuestas legislativas abrazan la agenda de los más conservadores al militarizar la Araucanía, criminalizar la pobreza, aprobar una reforma de pensiones que viene a aumentar las ganancias del modelo de AFP y postergar la agenda feminista (agenda de cuidados y corresponsabilidad, interrupción voluntaria del embarazo, etc.).

Si bien este avance conservador surge y permea la sociedad, y los espacios de comunicación digital han sido el vehículo para su difusión, los gobiernos progresistas alrededor del mundo tienen una gran responsabilidad. Aunque han incorporado discursos feministas en sus programas, en la práctica han demostrado ser incapaces de dar respuestas a las demandas populares. Las respuestas neoliberales no han garantizado cambios estructurales que mejoren realmente la vida de las mujeres, y es evidente que, sin un proyecto transformador radical desde el campo popular, los sectores reaccionarios encuentran la fórmula de ofrecer falsas soluciones a las crisis actuales.

Hemos visto que la agenda pública ha sido tomada de manera discriminatoria por asuntos tan relevantes como la migración, la seguridad, la corrupción y la política exterior, buscando, a través del miedo, la inseguridad y la sensación de desesperanza, que la ciudadanía se despoje de sus derechos y libertades, tanto individuales como colectivas, instalando dispositivos represivos y una agenda antipobres, antipolítica y antidemocrática. Otro elemento a considerar son ciertas instituciones y actores con fuerte influencia en los sectores populares que, ante la ausencia de instituciones públicas y estatales que den respuestas a necesidades básicas y elementales, se han asentado en diversos lugares del país, instalando en la mayoría de los casos discursos conservadores y anti-derechos, mayoritariamente hacia mujeres y diversidades.

Esta realidad nos convoca a enfrentar desafíos no solo desde el ámbito intelectual y el activismo político, sino dando respuestas materiales como actorías políticas, transformando las instituciones y poniéndolas al servicio de las mayorías con prioridad en las y los más postergados. Ello implica hacernos cargo de la realidad y de las contradicciones propias a las que nos enfrentamos las mujeres. Por un lado, pensar un proyecto de transformación que mejore de manera concreta la vida de mujeres, hombres y diversidades, una vida libre de violencia y discriminación; y por otro, asumir la realidad de nuestro pueblo, apostando a la tarea de convencer y sumar a otros y otras que no se encuentran convencidas.

Frente a los discursos antidemocráticos y anti-derechos, nuestra respuesta debe ser clara: el feminismo popular es radicalmente democrático; por tanto, siempre debemos construir alternativas ante el avance del fascismo. Es así que no podemos separar nuestra lucha de la lucha por la vida digna, la justicia social y la paz. Debemos articular estrategias que, desde el campo popular, nos permitan enfrentar las crisis actuales con solidaridad y organización. No podemos permitir que se sigan profundizando las desigualdades económicas, la precarización laboral y la feminización de la pobreza. Cuidar la vida debe ser el eje central de nuestras reivindicaciones, no una carga impuesta sobre nosotras.

Como militantes populares, estas reflexiones nos deben ayudar a profundizar nuestra perspectiva de clase en el ejercicio práctico del feminismo. Las herramientas teóricas son un elemento importante, pero lo fundamental es la acción política en los sectores donde habitan las mujeres postergadas que, incluso, no se sienten convocadas en esta fecha tan emblemática para la mujer trabajadora. Desde una perspectiva de clase y en estrecho vínculo con los sectores populares, seguimos construyendo un feminismo que sea verdaderamente transformador.