Opinión: La vigencia del radicalismo en Chile por César González Pizarro

La vigencia del radicalismo en Chile

Tras las últimas elecciones, el Partido Radical (PR) obtuvo cuatro diputados electos, dos de ellos independientes en cupo radical. Hace 100 años, en las elecciones parlamentarias de 1921, el PR elegía 40, es decir, era la principal fuerza política del país, con un tercio de la cámara. Conformaba la Alianza Liberal e impulsaba una “nueva Constitución”, que vería la luz en 1925.

Se podría pensar que el radicalismo está viviendo sus últimos días, que agoniza a la espera de un fin inevitable. Pero ¿cómo podrían morir los principios de la libertad, igualdad, justicia y fraternidad? Estos son los principios que dieron origen al radicalismo hace 158 años, en Copiapó, de la mano del primer gobernador elegido por su gente, Pedro León Gallo, que fue capaz de levantarse en contra del centralismo exacerbado de un Chile desigual, ya en aquellos años.

El Estado no trata a todos sus habitantes por igual. La zona central concentra los más altos índices de calidad de vida, medidos en acceso a salud, educación, áreas verdes, empleo e infraestructura de calidad. Regiones como Atacama o Ñuble no cuentan con suficientes médicos especialistas y debemos salir a “comprar” salud a otras regiones; en el norte pagamos más por el litro de agua; nos enfermamos más por vivir en zonas de sacrificio ambiental, por la contaminación minero industrial de un Estado que no es capaz de contar con normas ambientales que cuiden la salud de su gente en primer lugar; y el costo de vivir en regiones como la nuestra es más alto. Hoy, no todos los chilenos somos iguales, las mujeres no ganan lo mismo que los hombres por el mismo trabajo y se nos discrimina por la condición social: hay una salud para ricos y otra para pobres.

Lo mismo ocurre con el acceso a la justicia. En nuestro país se encarcela la pobreza. Los que más se enriquecen, a costa del abuso por medio de las colusiones que les permite un modelo económico basado en la concentración de la riqueza, pagan sus delitos con clases de ética.

En un clima polarizado políticamente, recuperar la fraternidad cívica parece un imperativo del cual dependerá nuestro futuro en el corto plazo. La convivencia y la capacidad de dialogar políticamente, de encontrar acuerdos para la construcción de un país que garantice derechos sociales básicos y universales, parece ser la forma de avanzar. Más aún en medio de un proceso constituyente, el primero en el mundo con un plenario elegido democráticamente, paritario y con representación de nuestros pueblos originarios. Para que este trabajo dé los frutos que esperamos, debemos cuidarlo entre todas y todos, dejando las miradas pequeñas de lado por el bien de Chile.

Entonces, los principios de la libertad, igualdad, justicia y fraternidad están más vigentes que nunca. El desafío del radicalismo es redibujar su identidad, levantar estas banderas con más fuerza y entusiasmo, para poco a poco recuperar la credibilidad perdida en la política. Generar espacios de participación para renovar liderazgos, por un cambio de una o dos generaciones. Trabajar desde el territorio, participando en las organizaciones de base y sintonizando con las demandas ciudadanas desde el domicilio de la centro izquierda, buscando acuerdos para alcanzar los cambios con gobernabilidad y paz social.

En este nuevo aniversario del Partido Radical, tenemos la oportunidad de aportar a un nuevo país, uno que decidió creer en la esperanza por sobre el miedo. Estaremos a la altura de los nuevos desafíos, como lo hemos hecho en los últimos 158 años de la historia de Chile.