MÁS Y MEJOR ÉTICA PARA CHILE
Carlos Cantero
Los chilenos crecimos en una sociedad orgullosa de la probidad de sus instituciones. En las últimas décadas, todo aquello se derrumbó. Enfrentamos una crisis ética (no coyuntural sino estructural), que afecta las instituciones públicas y privadas, alcanzando todo el espectro político, las distintas clases sociales, las diversas generaciones. La élite, esa minoría rectora de la sociedad, protagoniza una epidemia de corrupción, por la cantidad de casos, número de involucrados, la magnitud del dinero defraudado. Para salir de esta crisis Chile requiere más y mejor ética. Una profunda reflexión filosófica para asegurar que los cimientos son sólidos. No se puede construir si los fundamentos no son sólidos y estables. Si queremos cambiar y reparar, no se puede seguir haciendo más de lo mismo
Siempre se aborda la corrupción desde el derecho positivo, desde las normas constitucionales, las leyes de transparencia y de probidad dictadas en los últimos años que han ayudado a avanzar en esta materia. Sin embargo, estas parecen inocuas, inútiles para contener el deterioro ético y la extensión de la corrupción. El problema es anterior, se da en la coherencia entre la ética fundante y su praxis en nuestra institucionalidad. Los grandes filósofos, desde el fondo de la historia humana, nos enseñan que la realidad se construye en el lenguaje, en los conceptos fundamentales, en las definiciones basales que establecen los límites éticos y legales, que dan sentido y sustento a la vida en sociedad.
La crisis ética que nos ocupa es un fenómeno multicausal, veamos algunas de sus principales dimensiones:
1. Se trata del impacto de un paradigma materialista, una concepción minimalista del ser humano, que ha alterado el sentido de la vida y los valores del vivir. Este enfoque superlativo de materialidad debilita el humanismo, promoviendo una concepción en que las personas valen por lo que tienen y no por lo que son (seres humanos). Es relevante asumir que estamos arrojados al proceso de ser en el vivir, en permanente auto construcción, perfeccionamiento y superación, como cuestión esencial al ser humano.
2. Causa basal de la crisis ética es un relativismo que borra toda certeza. Los límites toman las características de bordes indefinidos, plenos de opacidad en el contexto del derrumbe de los mega relatos basales de la cultura occidental: lo religioso, ideológico, tecnológico, social y comunicacional. Las tradiciones pierden vigencia, no hay referentes conceptuales ni se reconoce autoridad, debilitando el control y autocontrol.
3. El antropocentrismo de la cosmovisión occidental, induce a pensar que los seres humanos somos una especie superior, destinados a dominar el entorno y las demás especies. Esto nos exige promover cambios radicales desde el enfoque cartesiano, lineal, sectorial hacia un enfoque Eco-Sistémico-Relacional. Las personas y las cosas son lo que son sus relaciones.
4. El “yo” asume primacía en detrimento del Nos, lo que se expresa en un individualismo y competencia exacerbada, minimalismo social que daña el sentido de comunidad y la colaboración, afectando el Principio de la Solidaridad. Debemos promover el cambio desde un liderazgo Ego-céntrico hacia un liderazgo Eco-céntrico.
5. Se ha desplegado en nuestro país un modelo que maximiza los bienes privados y, en la práctica, ha representado el reduccionismo de los bienes públicos, lo que ha llevado a muchos a transgredir la legalidad, extremando los límites en lo económico, ambiental y valórico. Esto explica la deslegitimación de la política y la crisis de representación, que pone en riesgo la institucionalidad y la gobernabilidad democrática.
6. Se observa total abandono del valor del mérito, cada vez son más habituales los casos de nepotismo en los cargos públicos y una endogamia social y político-partidista, que lleva a favorecer a los cercanos, lo que alcanza a todos los sectores. Se ha generado un precario equilibrio entre poder, abuso e impunidad.
7. Observamos un proceso de autopoiesis cultural en el que amplios sectores ciudadanos son tratados como autómatas ideológicos o entes programables, por la aplicación de las neurociencias de la dominación y el sometimiento. Los medios se constituyen en foco de viralización de valores y conductas, proceso de contagio de estímulos bio-sico-neuro-sociales y ambientales que explican los mecanismos cognitivos que influyen hoy la sociedad. Un proceso de replicación programada y cíclica (loop), especialmente en la TV, que consolida una cultura del consumismo y el minimalismo en la dignidad de las personas.
8. La crisis también se asocia con la Normosis Social, ese proceso constante de normalización de aquello que es esencialmente anormal, hasta que es aceptado y legitimado contra toda lógica. Hay ejemplos icónicos en nuestra sociedad: en el consumo del tabaco que se llevo al extremo de dañar a los que no fumaban; la proliferación de alimentos responsables de la pandemia de obesidad y diabetes, especialmente en la población infantil; el permanente ocultamiento de los delitos sexuales en la iglesia; entre otras situaciones.
9. La crisis está cruzada por la banalidad del mal, de la que nos habló Hannah Arendt, en “La Condicion Humana”, ese proceso en que el mal se extiende sutilmente, mimetizado, sin obstáculos, sea por omisión, ignorancia, desidia, o propia voluntad. A modo de ejemplo referimos un flagelo que se devela en Chile, se instala el narcotráfico y sus perversas excreciones, que se extienden como un cáncer. Es evidente que esto conlleva complicidad o inepta permisividad de sectores de la élite nacional.
10. La normosis, la banalidad del mal y la levedad del ser, están con nosotros desde el fondo de la historia: véase el genocidio de los pueblos ancestrales australes al final del siglo XIX; la actual deuda histórica con los profesores; el abuso con funcionarios públicos mantenidos ilegalmente a honorarios y contrata por décadas; el atropello a la dignidad de los jubilados; el modelo altamente concentrador de riqueza; el endémico centralismo del poder; el desdén con que aceptamos la epidemia de enfermedades somáticas: stress, cáncer, depresión y suicidios juveniles.
11. La sociedad plantea nuevos desafíos al laicismo. Observamos un proceso de deriva cultural, el espacio de lo sagrado ha migrado desde lo religioso hacia lo económico. Los dogmas que hoy someten y dañan la dignidad de las personas no son del ámbito religioso, sino los dogmas que se despliegan desde el ámbito económico, con estatus de dogmas de fe. La Masonería y la sociedad tienen nuevos desafíos en este cambio de la laicidad.
12. Desde una perspectiva ideológica o política, es habitual escuchar críticas al neoliberalismo y responsabilizarlo del estado de las cosas. La denunciada primacía del neoliberalismo no sería tal si quienes proclaman la vigencia de los valores del humanismo laico ejercieran su influencia y acción correctora en los espacios de poder, con compromiso y oportunidad. Este es el desafío a enfrentar para consensuar un Nuevo pacto Social.